Pocos datos se han conservado sobre esta compositora (y monja), española o portuguesa, del s. XVI que vivió en Ávila. Junto a sus coetáneas, Leonora d'Este y Maddalena Casulana, es una de las primeras compositoras renacentistas de las que se conserva obra editada. Su obra, Conditor almae siderunt, apareció publicada en 1557 en el Libro de cifra nueva para tecla, arpa y vihuela de Luis Venegas de Henestrosa.
Otras organistas o tañedoras de tecla (y presumiblemente compositoras) del s. XVI, en el ámbito de Península Ibérica, son: Paula Vicente (tañedora de tecla de la reina Doña Catalina, esposa de Joao III, en el Reino de Portugal); Antonia Pabon (esposa del organista Cipriano de Soto y tañedora de tecla de la princesa Juana de Austria, hija de Carlos I e Isabel de Portugal); Blasina de Mendoza (monja clarisa, madre del organista Francisco Peraza II, mencionada como “gran música de tecla”); Bernardina Clavijo del Castillo (monja dominica, hija del organista Bernardo Clavijo); Fátima de Rami (probable organera del taller de Zaragoza, con su marido Mahoma Moférriz hijo) y Sor Luisa de la Ascensión (nieta de Antonio de Cabezón).
Con toda probabilidad, era práctica habitual que las monjas que sabían tocar instrumentos de tecla acompañaran ellas mismas los cantos del oficio en sus conventos y monasterios, y compusieran también piezas para este fin.
Como sucesoras de esta actividad compositiva y de la interpretación con instrumentos de tecla destacan la francesa Elisabeth-Claude Jacquet de la Guerre en el Barroco. En periodos históricos posteriores, continúan su legado un gran número de compositoras y pianistas, entre las que podemos destacar a modo de representación figuras como las de Clara Schumann y Fanny Mendelssohn en el siglo XIX, o las de Nadia y Lili Boulanger ya en el siglo XX.